-Toda mi vida me he atrevido a ir más allá de lo posible.
-¿Hasta lo imposible?
-En realidad, más allá. Hasta el lugar en que lo posible y lo imposible se encuentran y pasan a ser... lo posimposible.
(Barney Stinson, Cómo Conocí a Vuestra Madre)

martes, 2 de agosto de 2011

Caprichos e imposibles

Soy una caprichosa. Lo sé, pero no hay nada que pueda hacer para remediarlo. Lo quiero casi todo y hago lo que sea por conseguirlo.
En muchos casos el hecho de querer tener todos los caprichos que se me antojen a cada momento hace que deje de ser una persona racional. Si quiero un helado me como un helado y ya está. Me da igual que haga frío o estar resfriada porque me lo comeré aún sabiendo que es muy posible que me siente mal. Cuando voy por la calle y tengo mucha, mucha hambre, simplemente paro y compro un snack. “Luego llegarás a casa y no comerás”, me digo. ¿Y? ¿No tienes hambre? Pues come.
No controlo mi dieta. Me digo que he de comer bien porque habrá que cuidar la línea, ¿no? Además, un deportista ha de alimentarse bien, nada de anemia cada dos días o una constante falta de vitaminas. Pues nada, me da igual. No tengo fuerza de voluntad para eso. No me gusta la ensalada así que no me la voy a comer. Ni me gusta la verdura. Como poca fruta. Me hincho a bollería industrial. Me gustan los Donuts, Phoskitos, las galletas, el chocolate, las nubes... Cosas dulces.
Me gusta comprar ropa. Tengo 14 vestidos pero si me gusta otro me lo compraré. Y que conste que no soy mimada, porque todo lo que quiero lo compro yo y el dinero no viene de los papis. Pero es mío y lo administro como quiero.
No soy capaz de decir que no cuando debo hacerlo. No me importa tener la última jornada de liga un sábado porque si ese viernes acabo exámenes pasaré la noche de fiesta. Porque soy una caprichosa y si quiero salir, salgo.
No me gustan las cosas fáciles. Que una cosa sea fácil implica, casi siempre, que sea aburrida. Tampoco me gustan mucho las cosas premeditadas; prefiero improvisar, dejar que fluya. Me asusta, me aterra el compromiso. Sé con quién me voy a casar pero no quiero que sea mi novio ahora. No quiero novio. Quiero hacer lo que quiera cuando quiera y no tener que dar explicaciones a nadie. No me gustan las cosas fáciles. No quiero sentarme en un banco una noche a charlar y me regalen una rosa. ¡No! ¿A quién le gusta? La gente ha visto muchas películas. Yo antes era de ese tipo de películas, pero ya no. Prefiero los encuentros casuales y me encantan las coincidencias. Para mí las coincidencias son señales. También suena peliculero, ¿verdad? Sí, suena peliculero. Sueño, sueño mucho, pero casi siempre despierta. Creo que puedo cambiar cosas que nadie ha podido cambiar hasta ahora. A veces me creo especial o creo que llegaré a serlo para alguien, aunque no para cualquiera.
Soy desagradable a veces, y fría. Casi siempre lo soy con quien no se lo merece, con quien me trata bien sin que yo me lo gane. Con él soy desagradecida. Me duele serlo, pero es lo que me sale. No agradezco un abrazo suyo cuando tengo frío ni su hombro cuando tengo sueño. ¡No me gusta que me lo ofrezca! Sería mucho mejor si hubiese tenido que ganármelo. Le llamo cuando me apetece y sé que no dirá que no. No sé qué le impulsa a comportarse así conmigo; la cuestión es que lo hace. Y aunque me aburre sigo tirando de él cuando me apetece. Pero yo, en vez de devolver todo eso que me da, se lo doy a otra persona. Precisamente a alguien que lo último que merece es mi atención. Estoy cansada de esas respuestas déspotas y prepotentes, de las contestaciones en ese siempre amargo tono. Sin embargo sigo estando ahí. Aunque me saca de quicio, y yo a él. Ni le soporto ni me soporta. ¿Por qué? ¿Por qué chocamos tanto?, me pregunto a veces. Sé la respuesta. Porque somos iguales. Ni siquiera me soporto a mí misma. ¿Cómo voy a soportar a alguien tan o más caprichoso que yo? No es el momento.
Por eso sigo con mis caprichos o mis imposibles. Con lo que consigo enseguida y con lo que sé que no puedo tener. Me aburre tener a alguien aquí que sé que me tratará bien pero me fascina robar un beso a alguien a quien veo tres veces al año, porque es eso lo que hace que sea tan especial.
No me soporto. Me da rabia ser tan caprichosa y no saber aceptar lo que hay, sin más. Pero tampoco está de más ser ambiciosa, ¿no? Cambio de opinión cada dos por tres, y de humor. No digo que soy bipolar porque me quedaría corta. Puedo llorar, reírme, estar enfadada, triste y ser la persona más feliz del mundo en un día. Pero desde que me he quedado sin corazón controlo mucho más los cambios.
Por suerte cuento con gente que se ocupa, a veces sin saberlo, de sostener mi cabeza sobre el cuello, aunque eso no implica que siempre tenga los pies en el suelo.